En un carro de olvido, antes del aclarar, de una estación del tiempo decidido a rodar, Run Run se fue pa'l norte, no sé cuándo vendrá; vendrá para el cumpleaños de nuestra soledad. A los tres días carta con letras de coral me dice que su viaje se alarga más y más, se va de Antofagasta sin dar una señal, y cuenta una aventura que paso a deletrear. ¡Ay, ay, ay, de mí!
Al medio de un gentío que tuvo que afrontar, un trasbordo por culpa del último huracán, en un puente quebrado cerca de Vallenar, con una cruz al hombro Run Run debió cruzar. Run Run siguió su viaje; llegó a Vallenar. Sentado en una piedra se puso a divagar "que sí", "que esto", "que lo otro", "que nunca", "que además", "que la vida es mentira", "que la muerte es verdad". ¡Ay, ay, ay, de mí!
La cosa es que una alforja se puso a trajinar, sacó papel y tinta, y un recuerdo quizás; sin pena ni alegría, sin gloria ni piedad, sin rabia ni amargura, sin hiel ni libertad, vacía como el hueco del mundo terrenal, Run Run mandó su carta por mandarla no más. Run Run se fue pa'l norte, yo me quedé en el sur; al medio hay un abismo sin música ni luz. ¡Ay, ay, ay, de mí!
El calendario afloja por las ruedas del tren; los números del año, por el filo del riel. Más vueltas dan los fierros, más nubes en el mes, más largos son los rieles, más agrio es el después. Run Run se fue pa'l norte, ¡qué le vamos a hacer! Así es la vida entonces, espinas de Israel; amor crucificado, coronas del desdén, los clavos del martirio, el vinagre y la hiel. ¡Ay, ay, ay, de mí!