Nada turbaba la paz de mi dicha, Alegremente, sin penas vivía, En mi piecita reinaba tan solo La luz y la alegría; Era un nido de amor. Con su cariño vivía tranquila, Era feliz, cuando él me besaba. Mi corazón De placer rebozaba, No había en mi cielo Ni un nubarrón.
Pero una tarde, de triste recuerdo, Atormentada por un mal consejo Y sin pensar en el mal que me causaba Abandoné a mi viejo, Perdí mi bienestar. No hallo consuelo que calme mi pena, Hoy lloro y sufro mi error de aquel día; En mi vivir Se acabó la alegría, Y como en sueños Suelo decir:
¡negro!... quiero... adorarte así toda la vida. ¡negro!... quiero... que me beses siempre con amor. ¡negro!... quiero... estar a tu lado eternamente. ¡negro!... quiero... que nunca termine nuestro ardor.