los caballos negros son. Las herraduras son negras. Sobre las capas relucen manchas de tinta y de cera. Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras. Con el alma de charol vienen por la carretera.
¡Oh ciudad de los gitanos! ¿Quién te vio y no te recuerda? Ciudad de dolor y almizcle con las torres de canela. ¡Oh ciudad de los gitanos! ¿Quién te vio y no te recuerda? Apaga tus verdes luces que viene la benemérita.
La ciudad, libre de miedo, multiplicaba sus puertas. Cuarenta guardias civiles entran a saco por ellas. Los relojes se pararon y el coñac de las botellas se disfrazó de noviembre para no infundir sospechas.
Por las calles de penumbra, huyen las gitanas viejas con los caballos dormidos y las orzas de monedas. Por las calles empinadas suben las capas siniestras, dejando detrás, fugaces, remolinos de tijeras.
¡Oh ciudad de los gitanos! ¿Quién te vio y no te recuerda? Dejadla lejos del mar sin peines para sus crenchas. ¡Oh ciudad de los gitanos! ¿Quién te vio y no te recuerda? Que te busquen en mi frente. Juego de luna y arena.
Rosa la de los Camborios, gime sentada en su puerta con sus dos pechos cortados puestos en una bandeja. Pero la Guardia Civil avanza sembrando hogueras, donde joven y desnuda la imaginación se quema.
¡Oh ciudad de los gitanos! ¿Quién te vio y no te recuerda? Que te busquen en mi frente. Juego de luna y arena. ¡Oh ciudad de los gitanos! La Guardia Civil se aleja por un túnel de silencio mientras las llamas te cercan.