Va a perdonar su excelencia que un payador del camino le alce su verso genuino ante tanta concurrencia. Quisiera, en esta emergencia, tener el don de Gabino para elogiar con más tino la histórica presidencia que realizó su excelencia en este suelo argentino.
Perdóneme, presidente, pero tengo la certeza de que alabar su grandeza es traducir muchas mentes. Usted luchó por la gente desbrozando la maleza y el criollo que siempre pesa con justicia y noblemente sabe que usted fue un valiente al lado de su pobreza.
Usted liquidó el instante de la miseria social y el oprobio general del vendepatria triunfante; vergüenza del tiempo de antes, cuando el fraude electoral era el destino fatal que le aguardaba al votante en aquel tiempo distante de ignominia nacional.
Siguiendo la ejecutoria de esta noble evolución, el pueblo de la nación vive su trance de gloria. Él siempre tendrá memoria de la gran revolución, y a fuerza de corazón mantendrá la trayectoria que ha señalado en la historia el General Juan Perón.
Usted trabaja y nos cuida desde que nace la aurora, robando tiempo a las horas, le quita vida a su vida. Usted es la lumbre querida de esta etapa bienhechora, y su ciencia salvadora, mientras se cumple, no olvida a la clase desvalida, que es valiente y cinchadora.
Por eso, mi General, con esta improvisación quise arrimar mi montón a su labor nacional. Nadie ha comprendido igual las penas de la nación, nadie con más corazón nos libró de tanto mal nadie como Juan Perón, Presidente y General...