Nos habían suicidado los errores del pasado, corazón... y latías -rama seca- como late en la muñeca mi reloj. Y gritábamos unidos lo terrible del olvido sin razón, con la muda voz del yeso, sin la gracia de otro beso ni la suerte de otro error. Y anduvimos sin auroras suicidados... pero ahora, por milagro, regreso.
Y otra vez, corazón, te han herido... Pero amar es vivir otra vez. Y hoy he visto que en los árboles hay nidos y noté que en mi ventana hay un clavel. ¡Para qué recordar las tristezas! ¡Presentir y dudar, para qué! Si es amor, corazón, y regresa, hay que darse el amor como ayer.
Sabes bien que mi locura fue quererla sin mesura ni control. Y si al fin ella deseara que te mate, te matara, corazón. Para qué gritar ahora que la duda me devora. ¡Para qué, si la tengo aquí a mi lado y la quiero demasiado, demasiado más que ayer! Hoy nos ha resucitado porque Dios sabe el pasado y el milagro pudo ser.