¿Dónde andaba la milonga, en qué horizonte escondida? ¿En qué boliche rosado, amagando en qué guarida? ¿Qué payador la templaba, volviendo de sobrevida? Corraloneando crepúsculos, alzada y adormecida.
Acaso de sonsonete, tamborileando bordonas, repitiendo su motivo, pecando de machacona. Don Sebastián lo sabía, desde una esquina de Boedo, sobre su ritmo ensayaba melodías y fraseos. Algo de pampa y suburbio, de compadrada y endecha, cuando se cruzó el poeta, la milonga estaba hecha.
Milonga pa’ recordarte, para cantar lo que ardía, para alardear con la copla y alzarse en la melodía. Eran de Manzi los versos, y Piana en piano ponía lo que después las guitarras trasnochaban hasta el día, tiempo de Don Sebastián, en milonga renacida, para que cante el que quiera cantar milonga por vida.
La hizo canción, y con alas, candombera y danzarina, la metió en los bandoneones y anduvo en patios y esquinas. Tiempo de Don Sebastián Piana es milonga genuina, porteña, criolla, qué más... si es la Milonga Argentina.