Las milongas soltaron al viento su canción crecida. Sobre los cordajes trenzaron historias y melancolías. Las gargantas les brindaron plenas, todas sus guaridas y volaron libres, galoparon briosas por la Cruz del Sur.
Las milongas habitaron huecos; comité y boliche. Bajo las ventanas del amor jugado fueron confesión Sentenciosamente, contaron leyendas compadres o tristes, y el candombe impuro les puso el oscuro ritmo del tambor.
Las milongas de suburbio y barro, de distancia y cielo. Alma payadora, rezo fogonero, endecha y pasión. Las milongas volvieron del tango, de mil entreveros. Llegaron al barrio, pisaron el centro, entrando al salón. Las milongas, acá se quedaron, acá las cantamos, desde donde son...
Se metieron en los bandoneones con su viento arisco. Aire corralero, limpiando los fueyes con cadencia y ritmo. En la danza destrenzaron pasos dibujando el piso. Y crecieron tercas como flor silvestre que el aire besó.
Las milongas con sus bordoneos, su polenta y tumba. Desde la encordada, del arpegio airoso, salmo y oración. Milongueramente contaron la vida, la pena, la angustia. Y cantando fueron otro nuevo idioma para nuestra voz.