En esa luz final de muchas noches largas yo te busqué, ciudad... Febril, jugado en ansias. En vértigos sin paz, de calles apuradas. En el tronar feroz que al fin me traspasó.
En esa niebla gris, de lágrimas gastadas, que habita en el confín de la trastienda amarga. Yo te busqué y perdí la pista de tus llagas, cansado de rodear de multitud mi soledad.
Hoy te encontré, Buenos Aires. En la amistad que me salva. En el amor que florece y en la mano que se da.
En el simple gorrión mañanero. En la inquieta colmena del alba. En la tenaz esperanza que no se quiere entregar ¡Que no se quiere entregar!...
Hoy te encontré, Buenos Aires. Por eso quiero cantar.
Pensar que anduve gris, a ciegas, sin plegarias. Detrás de tu verdad, ciudad que no encontraba. Tratando de entender tu infierno sin palabras, tu prisa sin razón, tu oculto corazón.
Y estabas junto a mí, en cada madrugada. En cada gesto fiel, en besos que me daban. En tangos que sentí sangrándose en el alma. Pero hoy que te encontré, quiero cantar mi devoción.