Ciudad, que se me va de las manos. A mí que la amasé en luz y barro. Ciudad, abeja de hollín porfiado. Neón, sobre el desvelo clavado.
Jaulón, de bache, pared y asfalto. La grúa sobre la pena y una garúa de antenas desplumándome el gorrión.
Me la mojaron raras olas de otra playa. Entró a orejear un caracol a transistores. Y hasta el amor, el pan y la baraja se los trampearon con mentiras de colores.
Y yo tras ella manoteando entre las llagas, buscándola en las madrugadas fabriqueras, en el amor, en la amistad que no se paga, en esa bronca que nos une con cualquiera.
Y así, hasta entender su locura, yo perseguí su ternura y con la luz que me dura le hice esta mueca de amor.