Uno se da cuenta que no tiene llanto y se brinda en canto para no llorar. Y el color del cielo lo provoca tanto, que con ese canto lo quiere alcanzar. Uno se ve uno, ve al mundo que pasa. Y por más que abraza, los otros no están. Porque cada uno se quema en su brasa y acaso cantando los ha de encontrar.
Uno sabe que cantando es más que uno. Y cantando quiere saber lo que no fue. Y en el canto está el misterio que a ninguno le parece que es ajeno y sabe bien. Y cantar es un abrazo, un vuelo, un sueño que se mete en el temblor de los demás. Y cantando por la vida somos dueños de esas ganas que tenemos de ser más.
Uno tiene miedos, rencores, tristezas. Tiene una tibieza que le cuesta dar. Si es que cree mucho, por creer tropieza. Si no cree en nada, no sabe esperar. Uno es un milagro de cosas que empiezan. Un candor lejano, un fuego que está. Una chispa suelta que al barro regresa. Una voz que reza, que canta y se va.