¿Han venido a prenderme? Ya estoy listo. La cárcel a los hombres no hace mal. ¡Aquí me tienen! ¡Yo no me resisto! ¡Estoy vengado! ¡Soy el criminal! ¡Al fin pude ahogar mis hondas penas! ¡Qué importa de las otras que vendrán! Yo no he de lamentar mis horas buenas, las malas, como vienen ya se irán.
Antes, permitan que estampe, un beso a mi pobre hijita; que ha quedado huerfanita, en el seno del hogar. ¡Venga un abrazo, mi nena!, quédese con la vecina; su padre va hasta la esquina, prontito ha de regresar.
¡Vamos, pronto, oficial! ¡Y no se asombre, del llanto que en mis ojos usted ve! ¡He dicho que la cárcel es para el hombre, y allá voy, aunque en ella moriré!... ¡Es que pienso en este ángel que yo dejo y mis lágrimas vierto sin querer!... Por lo demás, yo digo, mi pellejo bien sé poco y nada ha de valer. ¡Mañana, cuando ella moza, sepa el final de la madre que no piense que fue el padre, un borracho, un criminal! Díganle que yo la he muerto, porque fue una libertina: ¡haga el favor, mi vecina! ¡Vamos, señor oficial!