Adiós mi linda Tacuba, bella tierra tan risueña, ya me voy de tu Legaria, tu Marina y tu Pensil. Ya me voy, me lleva el metro por un peso hasta Tasqueña; si en dos horas no regreso guárdame una tumba aquí.
Al bajar a los andenes escuché esta cantaleta: -al mirar llegar los trenes no se aviente para entrar, si en diecisiete segundos no ha podido ni se meta, ni se baje la banqueta que se puede rostizar.
Voy en el metro, ¡qué grandote, rapidote, qué limpiote! ¡Qué deferencia del camión de mi compadre Jilemón que va al panteón!
Aquí no admiten guajolotes, ni tamarindos, zopilotes, ni huacales con elotes, ni costales con carbón.
-¡Que se quite de la puerta!-, y luego luego que me quito. Y siguió la señorita: -¡Que se arrime más pa´ allá!, ¡qué no fume!-, si ni fumo, ya me trae de su puerquito; yo por más que me la busco no la jallo donde está.
Adiós mi linda Tacuba, ya pasamos por Cuitláhuac, ya pasamos por Popotla y el colegio melitar; ya me estoy arrepintiendo no haber hecho de las aguas; si me sigue esta nostalgia yo me bajo en la Normal.