Tenía aquella casa no sé qué suave encanto En la belleza humilde del patio colonial Cubierto en el verano por el florido manto Que hilaban las glicinas, la parra y el rosal...
¡si me parece verte! la pollerita corta, Sobre un banco empinadas las puntas de tus pies, Los bucles despeinados y contemplando absorta Los títeres que hablaban, inglés, ruso y francés.
-¡arriba, doña rosa!... ¡don pánfilo, ligero!... Y aquel titiritero De voz aguardentosa Nos daba la función. Tos ojos se extasiaban: Aquellas marionetas Saltaban y bailaban Prendiendo en tu alma inquieta La cálida emoción...
Los años de la infancia risueña ya pasaron Camino del olvido; los títeres también. Piropos y promesas tu oído acariciaron... Te fuiste de tu casa, no se supo con quién.
Allá entre bastidores, ridículo y mezquino, Claudica el decorado sencillo de tu hogar... Y tu, en el proscenio de un frívolo destino, ¡sos frágil marioneta que baila sin cesar!