Tiéndete en esa alfombra que he traído del Oriente, y mis manos posarán en tu espaldas aceites. Recorreré delicado en armonía oriental desde el sagrado a la nuca te voy a solicitar. Y con extrema dulzura tu cuerpo echaré a volar.
Levemente abre las piernas ahora voy a bajar desde el muslo al talón de norte a sur, hasta el mar. Voy resbalando mis dedos, libre donde quiero van y me concedes espacios que te hacen suspirar. Cuando oprimo suavemente tus rodillas por detrás.
“Date vuelta, amiga mía”, dice la alfombra de Oriente, “libera por fin los pechos” que lo agradecen sonrientes. Mis ojos todo dominan, tú haces como que duermes, viene tu mano a una rosa me llevas a conocerle. Y entre los dos invitados se esmeran por atenderle.
Y la pasión se desata ya nadie puede esperar. Nuestras lenguas se preguntan dónde se van a juntar. Tú me llevas generosa, donde poder descansar y tu mano me conduce con extrema suavidad a tu rosada mansión en una alfombra oriental.