Hundida entre maizales a doble filo armados, arqueada en el maní de verdores rastreros, andrógina en tu ropa de varón y de hembra muchacha campesina, liviano panadero.
El rostro se te hizo a viento y madrugada, enero agrió limones en tus mejillas nuevas y el baile de tu paso se endureció en los zuecos, como tus manos palas dando vuelta la tierra.
Un pajilla ruinoso sobre la mata arisca, los viejos pantalones sobre la gris pollera, partida por el eje de tus riñones rotos y los ojos caídos en un lugar cualquiera.
Muchacha campesina, verdadera muchacha, no la mentida rosa del pago o la calandria, no la mentida rosa del pago o la calandria.
Promiscua, desclasada por un tiempo en hectáreas, perdida en un delirio de girasoles de oro, cuando tus senos alcen apenas la camisa te harán madre, aunque sigas siendo niña, en el fondo.
Aparejada al hombre en áridas cosechas, el amor de tu cuerpo se da en puro contacto y en la “fiesta del pobre” sucederán los hijos, los que mañana mismo* pueden todo cambiarlo.
* En la versión del autor se incluye una contravoz que dice “¡Hoy mismo!”
Compositor: Washington Benavides - Eduardo Larbanois