–Tus ojos azules, Alma! –dijo una vez, sentado, en voz alta, solo, a las tres de la mañana– y después dijo en ese bar: yo que era un niño y no sabía dónde estaba tu alma verdadera ¿cómo puedo seguir amándote hoy?
El alma de sus almas compartidas como fuerte guitarra generosa vivió aquel hombre aquella larga vida que le duró hasta abril, flor poderosa.
Fue en verano que tuvo un nacimiento y fue en Playa Pascual, tarde encendida pero aquello no fue más que un momento que le iba a suceder toda la vida.
Valga el canto de aquél que nunca supo cuánto vale el dolor de ser mezclado con amores distintos, en el grupo de los amores más amenazados.
Valga el canto de quien mucho ha sufrido por los demás y por su cuerpo mismo que se puede entregar como un latido como un rugido al borde del abismo.
Valgan el alma y más, las onerosas costumbres del combate permanente, porque el que combatió como las rosas, llena el aire de flores consecuentes.
Y en el caso de aquél que busca un Alma como persona o como flor ardiente, valgan su muerte y valgan sus palomas las tres almas de cinco continentes.
(La puntuación es de Alfredo Zitarrosa)
(Los textos en cursiva corresponden a partes recitadas)
Compositor: Alfredo Zitarrosa - Héctor Numa Moraes