Pobre mi tierra querida tan rigoreada en invierno cuando el sol se pone enfermo y parece que la olvida. Siembra el paisano la vida plantando trigos tempranos y aunque el caballo esté sano lo cuida de la garganta que aunque el caballo no canta lo ha de tener siempre a mano.
Pobre mi tierra querida parece que en estos años el invierno hace más daño que en épocas preteridas; será exceso de fatigas serán vientos de frontera dicen que la Cordillera deja pasar malos vientos que un maremoto de intento le ha bajado la cimera.
Buena mi tierra querida le hace lugar a cualquiera del vacuno a la crucera del trigo limpio a la ortiga y no hace falta que diga que, cuando hay inundación el alacrán, el ratón –bichos que no lo merecen– hallan que ella le ofrece hasta el último albardón.
Sabe mi tierra querida que no precisa hacer cuentas: cuando se arma la tormenta ya la tiene presentida. Secará al sol las heridas que hayan podido dolerle porque llegado setiembre será tiempo de castrar de marcar y descolar se trilla el trigo en diciembre.
Pobre mi tierra querida tan rigoreada en agosto pero igual dará calostro la vaca recién parida hay que vigilar la hormiga que hace pirva en campo llano porque el invierno al secano lo ha vuelto tierra jugosa y porque todas las cosas cambiarán con el verano.
(La puntuación, la versificación y la ortografía son de Alfredo Zitarrosa)