Tiempos de mi juventud, para ver a mi consorte me tomaba el tren del norte, en Gaboto y Paysandú. De bastón y de galera, de polaina y de yuguillo, los taitas del conventillo, me llamaban Barba Azul.
¡Así fui yo! Para vivir. ¡Así fui yo! Para el querer. ¡Así fui yo! Siempre feliz, cuando tuve y he dejado de tener. ¡Así fui yo! Para vivir. Como un hombre, cuando el hombre sabe ser.
Nunca me gustó apretar el resorte de un gatillo, ni jamás usé cuchillo para hacerme respetar. Y las veces que he tenido que enfrentarme con un taita no fue por ninguna paica sino por mi dignidad.